segunda-feira, 12 de dezembro de 2016

XXIII Congreso Espírita Nacional, Calpe, Espanha

ESPANHOL

6 de diciembre de 2016

“El Mensaje de Jesús a la Humanidad” fue el título escogido de la Conferencia de Divaldo, que puso fin a las actividades del Congreso Espírita celebrado este año.
El médium bahiano principió su discurso poniendo de manifiesto las palabras del jurista, político, filósofo y escritor Marco Tulio Cicerón que afirmaba que la historia es la piedra de toque que desgasta el error y que hace brillar la verdad.
Posteriormente uno de los máximos exponentes del romanticismo anglosajón, Lord Byron indicó que una filosofía superficial conduce a la mente al materialismo, y que una filosofía moral a la verdadera religión.
Siguiendo su discurso histórico-filosófico-científico, Divaldo Franco se detiene en el año 1905 cuando al presentar Albert Einstein sus teorías fue preguntado por la creencia de Dios. El científico respondió que al conocer de la realidad cósmica llegó a la conclusión de que no sólo creía sino que sabía de su existencia.
Resulta asimismo importante la revelación ofrecida desde el museo de Tel Aviv en Israel, cuando fueron cedidos miles de escritos epistolares por parte de su hija, y que en uno de estos escritos, Einstein establece la quinta fuerza que mueve el Universo, la Fuerza del Amor.
El Amor, cuyo mensaje indiscutiblemente se escribió sobre roca imborrable por Jesús en su venida, pues el Universo es regido por un orden moral que el ínclito Codificador de la Doctrina Espírita, Allan Kardec, en El Libro de los Espíritus presenta en su Libro III una Ley Universal, la Ley Natural o Divina integrada por las leyes físicas y las morales, por tanto, por el Amor que en un futuro deberá inspirar al código de leyes humanas.
Maravillada la platea seguía, cuando este “pablo de tarso” discurría por el Decálogo Mosaico en el que fue establecido por dos veces la existencia del amor: Amar a Dios como a sí mismo por un lado y, por otro, el amor al padre y a la madre.
Pero sin duda Jesús fue el que histórica, psicológica y antropológicamente nos ofreció un mensaje único para constituir una sociedad saludable. Previamente a su venida, el pueblo de Israel estuvo esperando estoicamente a lo largo de 400 años su llegada, años que supusieron un verdadero desierto en las almas y esperanzas de aquellas gentes. A pesar de los deseos fervientes de la venida de un “rey” en carruaje, Jesús pisó sigilosamente y con discreción para dirigirse a su Nazareth que contaba con a penas 200 almas.
Tocando suavemente los corazones de todos los que configuraban el gran auditorio, el médium Divaldo los transportó a todos a la antigua Cafarnaúm, en la histórica Galilea, bañada por un mar vivo y floreciente donde convidó a dos pescadores para que abandonaran sus redes y saliesen con Él a pescar almas…iniciando así toda la predicación del hombre del que la biblioteca del congreso de los Estados Unidos posee un millón de libros acerca de su vida y obras, siendo igualmente el más biografiado de la historia con más de medio millón de biografías.
Trátase de un ser impar, que enseñó con la Oración Dominical a orar a fin de que la humanidad entera pudiera tener sus necesidades absolutamente cubiertas, iniciando la plegaria con la loanza, siguiéndola con la petición y terminando por la acción de gratitud.
El “Quo vadis, homine?” que pronunció Simón Pedro a Jesús, en la vía Apia cerca de Roma, cuya respuesta hizo reflexionar profundamente a este excelso discípulo del Maestro para retornar a la labor y no desistir, aún encontrándose en los momentos previos de su martirio, es un capítulo extrapolable para todos aquellos que nos sentimos trabajadores de la Obra.
El Sembrador de estrellas, aquél que según Chico Xavier tiene una estrella en la boca, continuaba su discurso deleitando los oídos de toda la platea al afirmar que en estos momentos la mediumnidad es ejercida no sólo con religiosidad sino con cristiandad a fin que el Maestro retorne entre nosotros y, gracias al Espiritismo, la criatura humana logrará adquirir su verdadera cristianización.
La historia de la vendedora de ilusiones que quiso convidar al Nazareno pero que éste se negó indicándole a ella que retornaría en el momento oportuno, siendo así cuando todos los hombres le regalaron la lepra y Él fue a su encuentro, determinaba el punto culminante de la exposición del querido Divaldo, para demostrar que Jesús siempre aparece ante las necesidades humanas cuestionando el médium bahiano ante todos de forma textual: “¿Cuántas veces Maestro has tenido que venir”?, cuya respuesta encontramos en las venidas de San Agustín, de Joanna de Ángelis, de Teresa de Ávila, de Francisco de Asís o con el Consolador trayendo de vuelta el Mensaje del Amor, finalizando su discurso con un prédica: “Vuelve Señor, vuelve para disminuir nuestra ansiedad, transformando nuestro dolor en sonrisas, vuelve porque es tan difícil Amar…”.
Las lágrimas discurrían por las mejillas de los presentes al tiempo que recitaba el Poema de Gratitud. Aplausos demorados y la gente en pie, despedía emocionada a este Cantor del Amor en su trayectoria por las tierras que tantos otros portaron la palabra del Señor.
Dios te bendiga, Divaldo.

Texto: Xavier Llobet
Fotos: Milciades Lezcano

 (Recebido em emails de Jorge Moehlecke e de Marta Gazzaniga)

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